Alberto Moreno.
Alberto Moreno.
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Ha fallecido en Manizales Alberto Moreno, uno de los personajes indispensables del movimiento tardío de La Cueva.

Por Álvaro Suescún T.

“Ya no hay arte sino artistas”, dijo Alberto Moreno en la Galería del Museo de Arte Moderno de Barranquilla en la charla sobre sus trayectorias que, con el historiador de arte Álvaro Medina, dieron al regresar a esta ciudad hace apenas un par de meses. Hablaron del aporte al arte colombiano de Barranquilla como semilla de la creatividad y del papel transformador que se ha proyectado, compartieron sus inquietudes por los cambios esenciales, y se refirieron a lo que ahora se consume en el mercado del arte, deplorando que los coleccionistas acumulen cualquier objeto que ha sido destacado por un mercader de arte.- Ellos contribuyeron a la elaboración del pensamiento artístico nacional, desde Manizales y desde Bogotá, cada uno de manera determinante en la formación académica y crítica del país, especialmente desde la Universidad Nacional de Colombia.

Compartió en muchas ocasiones escenarios con Álvaro Medina, eran amigos de juventud y para toda la vida, compartieron aulas en la facultad de arquitectura en la U. del Atlántico complementadas con las tertulias en La Cueva, tomando cerveza y oyendo los cuentos de Alejandro Obregón, de Álvaro Cepeda Samudio, de Alfonso Fuenmayor, de Germán Vargas, y de Gabriel García Márquez.

En Bogotá, a donde fue para organizar lo pertinente a una beca para investigación de vanguardia de la fundación Fullbright, hizo un aterrizaje forzoso en brazos de Beatriz Daza en una noche de bohemia, desde entonces compartió espacios y vida con la renombrada escultora, participando en celebraciones y proyectos de trabajo con el Chuli Martínez, Álvaro Cepeda Samudio, Marta Traba, Feliza Bursztyn, Enrique Grau, Alejandro Obregón, Fernando Botero y, claro, con Álvaro Medina.

Alberto Moreno y Álvaro Medina.

De la destacada importancia de cada uno de los mencionados habría mil maneras para mostrarla, pero no resisto traer esta que es una granada perla: del jurado en aquel salón de Artistas Nacionales que ganó Obregón, con su obra “Violencia”; Beatriz Daza y Enrique Grau hicieron parte del jurado de admisión, y del jurado calificador Marta Traba y Fernando El Chuli Martínez, luminarias ya en el firmamento local.

Después de trabajar en la docencia en la facultad de Arquitectura y de coordinar el área de divulgación cultural de la Universidad Nacional, pasó a darle sentido a las exposiciones del Museo de Arte de Caldas, por espacio de 25 años, en Manizales, a donde llegó cubierto por las cenizas volcánicas y el bramido del Nevado del Ruiz, aquel oscuro día de la erupción que cubrió con una gigantesca avalancha la población tolimense de Armero. A los pocos días era catedrático en la sede local de la U. Nacional, en Diseño y Arquitectura. No fue fácil el acomodo en esa ciudad conmocionada. La escena cultural de Bogotá; los conciertos, el cine, las exposiciones, no habitaban en ese espacio ocupado por el frío, al que tuvo que acomodarse reinventando aquel ambiente de neblinas en un espacio de luces y tramoyas. Fue cofundador del Museo de Arte de Caldas y su curador por 25 años exhibiendo en Manizales obras de reconocidos artistas.

A la ‘Bruja’, como Alberto le decía a Beatriz Daza, la conoció en Barranquilla, en 1966, y vivieron juntos hasta que ella encontró su fatal destino en su Volkswagen, dejando en él una luz de desamparo aquel 23 de junio de 1968, al salir del Museo La Tertulia en Cali tras una celebración del Festival de Arte. En aquel accidente resultó malograda Feliza Bursztyn, que vivió varios meses en suspenso auxiliada con toda clase de esfuerzos médicos hasta alcanzar otra vez la orilla de la vida, tal como lo relata Juan Gabriel Vásquez en su reciente libro, “Los nombres de Feliza”. Ya eran notables en su labor artística y destacadas precursoras del arte moderno en Colombia. De esa intensa relación entre Alberto y Beatriz quedó la obra “Fragmentos de la tarde”, ahora en la colección del Banco de la República, un collage hecho de cerámica, yeso, hierro y un reloj roto que marca la 1:20. “A esa hora nos conocimos”, recordaba Alberto Moreno.  

Manizales era poca cosa, pudiera decir alguien desprevenido luego de conocer la trayectoria de Alberto Moreno. Sin embargo, aquel aparente vacío cultural que denotaba el poco interés que habitaba en las tareas cotidianas de los docentes y de los intelectuales que se reunían con frecuencia en la librería “Palabras”, superó la falta de requisitos controlando el temblor de la mano, y así consiguió airear el ambiente que se vivió en adelante, con la muy culta presencia que llegó a revivirse en las repetidas tertulias que animaba, y así surgieron actividades diversas que se fueron concretando. La recuperación de espacios antes consagrados como el Festival Internacional de Teatro, los conciertos de jazz, la presencia de la música suramericana, las convocatorias de música culta contemporánea y, poniendo la banderilla en lo alto del morrillo, la creación del Museo de Arte de Caldas. “El público es la razón de existencia de estos espacios”, con esta frase encauzó su trabajo para llevar obras de reconocidos artistas nacionales y público, mucho público, esa era su obsesión.

En su reciente visita a Barranquilla, en el Museo de Arte Moderno,  Alberto Moreno con Diana Acosta, Alvaro Medina, Doris Mayorga, Guiomar Zapata, Sofía Moreno e Isabel Cristina Ramírez.

Era muy creativo y no desestimaba ocasión para expresarse. Alguna vez tomó la imagen icónica de la catedral generando un ambiente de controversia, al adoptar la catedral, símbolo de la ciudad, para su diseño de afiche, decorándola con fuertes colores en escenas de teatro callejero. Otra vez, un grupo de ciudadanos le reprochó su atrevimiento, pues poco entendieron aquel fondo negro con líneas amarillas y azules que había visualizado como la tramoya del escenario teatral, no obstante, consiguió superar esa dura prueba de la vida cotidiana.

Durante algún tiempo, en los 80, hizo para los melómanos “Música de nuestro tiempo”, un espacio radial comentado con los médicos Julio César Samper, experto en jazz, y Rafael Macías, afinado en las audiencias del rock, imponiendo un gran rigor que cautivó la creciente audiencia. Fue gestor del comodato entre el Museo de Caldas y el Banco de la República del cual surgió en 2024 la exposición “Miradas”, compuesta por obras de la colección del Museo de Arte de Caldas. En el catálogo firmó su último escrito ‘Validación de una selección y un comodato”, ratificando su compromiso por el arte regional y por la permanencia de los museos como espacios vivos.

Alberto Moreno Armella, ante todo un maestro, compartió con Guiomar Zapata y de ellos es su hija Sofy, su gran cariño. Había nacido para vivir la hora de las estrellas, para pensar despacio, para desenredar su alegría en los recuerdos de Barranquilla, de aquel nostálgico barrio Boston,  de donde salió hace más de 60 años,  toda una vida por fuera salvo sus visitas intermitentes. Había vuelto para despedirse, ahora recordamos su presencia en esta vespertina charla del Museo de Arte Moderno, con las lámparas de su inteligencia encendidas a la espera del tormentoso arribo de la niebla.

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